"Córdoba tiene mar" afirman en la página de turismo del mayor lago de agua salada que existe en Sudamérica. Enclavado en medio de la llanura, a 196 kilómetros de la capital de la provincia, un enorme cuerpo de agua salada es rodeado por una playa de arenas claras en las que los turistas y lugareños eligen pasar sus tardes.
El agua salada, ¿está solo en el mar? Quizás es ese el motivo por el que en Córdoba afirman que tienen mar, pese a estar ubicada en medio del país, sin salida al océano. Se trata de Miramar de Asenuza, una laguna ideal para veranear y conocer la leyenda mítica que cuenta su origen entre diosas y amores.
Cómo llegar a Miramar de Ansenuza
Miramar de Ansenuza se encuentra en el corazón del país. Su Laguna Mar Chiquita se encuentra a poco menos de 200 kilómetros al noreste de Córdoba capital. Desde allí, se puede llegar a Ansenuza (nombre indígena de Mar Chiquita) por la ruta 19, pasando por Diego de Rojas, o por la ruta 13, que cruza Villa del Rosario y Villa Concepción.
La Laguna Mar Chiquita fue declarada Reserva Nacional Ansenuza para proteger sus recursos. Resguarda en su fauna las tres especies de flamencos que hay en América Latina. Recibe el 66% de todas las especies de aves migratorias y playeras registradas en Argentina y su biodiversidad tiene alto valor biológico.
Actividades para hacer en Mar Chiquita, Córdoba
En la laguna se pueden hacer excursiones en lancha, barco o gomón para conocer diferentes puntos de sus 7900 kilómetros cuadrados. Los paseos invitan a ver los espectaculares atardeceres de la Reserva, hacer avistaje de aves o visitar la Granja Las Palmeras que produce bovinos, caprinos y ovinos reprodutores. También hay servicio de cabalgatas, kayak y trekking para observar las aves o pensados especialmente para fotógrafos.
Las playas de la laguna ofrecen el sitio ideal para pasar una tarde: en la costanera hay comercios, bares, locales turísticos y boliches. Además, en las proximidades de Ansenuza hay decenas de hoteles en los que los turistas pueden hospedarse.
La leyenda de Miramar de Ansenuza
Según cuenta la leyenda, la laguna era de aguas dulces y estaba protegida por una diosa que se alimentaba del primer amor de los mancebos. Hasta que un día llegó un joven príncipe indio malherido y, viendo que moría, desesperó y el cielo y las nubes lloraron con ella. Pero la diosa eligió curarlo y a la mañana siguiente el joven despertó con una laguna de arenas blancas y aguas saladas. Flotando en el agua, se transformó en un flamenco rosado, el nuevo guardián de la laguna de aguas curativas.